jueves. 16.05.2024
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Arturo Prins | @prinsarturo

Es difícil salir del cine mejor persona de cómo se ha entrado. Por lo que, si tenéis algo que hacer hoy día, posponedlo, e id corriendo a ver esta joya del cine dirigida por un español, y de paso salir con el corazón más vivo y curado. Sí, una verdadera obra maestra que recuerda el mejor cine de Jean Renoir en El río (1951) y la evocadora ensoñación contemplativa del tailandés Apichatpong Weerasethakul, con su film Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010) ganadora de la Palma de oro en el festival de Cannes de 2010. Un trabajo que nos incita a entender para qué sirven las artes, el cine, la pintura y la literatura: para generar belleza, curar el dolor, provocar reflexión, estímulos elevados, ecuanimidad y energía. Un cine que apenas existe y genera salud mental y emocional.

No se pierdan Samsara, dirigida por el gallego Lois Patiño (Vigo, 1983). No esperéis grandes acciones, (aunque sí hay que acometer una experiencia inmersiva a la que nos invita el director, entrar en el bardo, en la tierra intermedia). No busquéis ajetreos morbosos, ni golpes bajos, por el contrario, esta obra es una invitación a la pausa, al sosiego, a la meditación y contemplación de los seres, intercomunicados, en armonía, en paz.

Samsara parte del Bardo Thodol, El libro tibetano de los muertos. La tradición del budismo tibetano considera a este texto como uno de los «tesoros de la tierra», cuya autoría se atribuye a Padmasambhava en el siglo viii d.c, pero que fue descubierto en una gruta por Karma Lingpa en el siglo xiv. En Occidente fue dado a conocer, por primera vez, a través de la traducción al inglés realizada por Walter Evans-Wentz en 1927. Sin embargo, su significado más veraz al tibetano, sería como: ‘el gran libro de la liberación natural mediante la comprensión en el estado intermedio’. Este antiguo libro que se yergue en el budismo, habla de los procesos de cómo prepararse ante la muerte, qué significa la experiencia de la desencarnación y el tránsito de la conciencia a otro plano del ser. La transmigración del alma hacia otro estado, previo a una nueva reencarnación. Qué ocurre con la mente cuando abandonas tu cuerpo, el acontecimiento de verte fuera de él, tu propia partida, ver tu cadáver, tus seres queridos llorándote. Y la explicación de cómo sobrepasar con éxito estos pasos tan dificultosos para el recién desencarnado.

Samsara

El film recrea la agonía de una anciana en una aldea de Laos, dentro de una comunidad Hmong, grupo étnico minoritario más grande de China, y desperdigado por el sudeste asiático, donde un joven llamado Amid, le lee el Bardo Thodol, preparándola para su muerte. Ella, profundamente animista, habla con todos los seres que la rodean y no digo solo seres vivos, me refiero que habla con su mesa, con su superficie, agradeciéndole todo lo que le ha dado al escribir, cocinar o apoyar sus enseres. Agradece al espejo que todos los días le ha mirado al rostro y agradece a la cama que la abraza constantemente y ahora la prepara para morir en ella. Saluda a todos estos objetos, realmente vivos, nada está muerto. El joven sensible, es testigo de cómo ella está preparándose para partir.

La primera secuencia del film, nos induce a contemplar a los monjes budistas jóvenes y niños, con sus cejas rapadas, vestidos con el hábito naranja por igual, haciendo la oración de la pūjā, una clásica oración budista, una manifestación de honra, adoración y devoción, que se desarrolla a través de cánticos e instrumentos musicales. Son jóvenes que meditan pausadamente, intentando encontrarse con su propia esencia, pero a la vez en un mundo contemporáneo en donde los móviles captan su atención, y por supuesto, están conectados con el mundo, ellos también quieren ser ingenieros informáticos o raperos, de hecho, muchos de ellos piensan en abandonar el monacato.

Para aclarar el título de este film: saṃsāra, deriva del sánscrito y significa 'fluir junto', 'pasar a través de diferentes estados', 'vagabundear'. "Samsara" es la raíz de la palabra malaya "sengsara" que significa sufrimiento. Bajo la filosofía budista, los seres sin iluminar se encuentran inmersos en un proceso psicofísico denominado samsara o ciclo de existencias. Dichos seres nacen, envejecen, enferman y mueren sucesivamente hasta que logran el Nirvana. Los seres sin iluminar pueden, en función de sus propias acciones morales o inmorales, renacer en cinco lugares o destinos: infiernos, reino animal, reino de los fantasmas en pena, reino humano y reino de los dioses. La vida en todos los destinos es transitoria, efímera e impermanente. El samsara, es aquello que nos liga al dolor de la existencia; el mundo, la Matrix, la cueva ilusoria de Platón. Para el monje o laico budista, su misión en la existencia, es eliminar cuanto antes su apego, la aniquilación del deseo por la vida, para no reencarnar más y liberarse del sufrimiento de la existencia en los tres mundos, según ellos, el plano físico, el astral y el mental.

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Pues bien: así es como este film nos habla de la reencarnación, de la posibilidad de transformarnos en otros seres, animal, planta, mineral o un ser humano, la evolución de los reinos a través de unos y otros, la conexión entre todos. De cómo un alga se transforma en un jabón y de cómo esas aguas de mar donde están estas algas, se vuelven residuales, recibiendo los químicos contaminantes de los hoteles de lujo que se encuentran en Tanzania. Todo está interconectado, el bien y el mal, el sufrimiento y la belleza.

De hecho, podríamos decir que el propio film tiene una propia reencarnación, nace en un Laos budista, transita un bardo y reencarna en una Tanzania musulmana. La propia película también está viva, haciéndonos ver los procesos de transformación entre un segmento del tiempo y otro, como en el film Lost Highway (1997) de David Lynch, pero con menos estridencia, en donde el personaje protagonista, Bill Pullman también cambia completamente su personalidad a partir de la mitad de la película, tras una nueva reencarnación.

Lois Patiño ha hecho un trabajo plástico con un etalonaje luminoso, saturado de color, virando la naturaleza, a un estado visual de ensoñación, que nos lleva a encuadres de ojo de un pintor, como hijo que es, de dos conocidos artistas españoles, Menchú Lamas y Antón Patiño, ambos pintores. El director, hace experimentos plásticos en los planos, superponiendo fotogramas de mosaicos con figuras de elefantes, signo inconfundible del budismo, pues en muchas culturas asiáticas, el elefante es considerado un animal sagrado. Logra así, momentos propios de éxtasis visual, en donde cabe la posibilidad de contemplar el paisaje con una sensación de inundación, no sólo en lo que se ve, sino reflexionar más allá, dando espacio a que nuestra mente se aquiete o vuele.

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Pero aquí no concluye su envite, no, hay más por hacer. Como dije, a partir de la mitad de la película, se nos propone que cerremos los ojos. Así, y durante 15 minutos; vivir una experiencia de autoconciencia dentro de la sala de cine, por lo cual os recomiendo que los mantengáis cerrados, no hay nada interesante que ver al otro lado, más que luces estroboscópicas, parpadeantes. No es necesario andar mirándolas; es mejor sentirlas con los párpados cerrados. Os recomiendo que inspiréis y expiréis, porque es un viaje dentro del universo samsárico, por el bardo o la tierra intermedia, es decir, la posibilidad de escapar de él, o volver a sucumbir a sus encantos. Una invitación a meditar dentro del cine, un poder magnífico que nos otorga el cineasta, a través de un trabajo sonoro muy elaborado. Una película animista, primitiva y esencial, que nos incita a jugar y desplegar todas nuestras capacidades de introspección o eyección, con su fuerza expansiva, envolvente, penetrante y vivificante.

Efectivamente, la anciana de la primera parte del film, quiere reencarnar en un animal y veremos en la segunda parte, cómo se desarrolla este deseo: veremos una cabrita junto a una niña, la mirada inocente de ambos, que se cuidan y se acompañan por la vida.

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Samsara es una interconexión entre la cultura budista y musulmana, una vista que inspira el respeto por todos los seres, paisajes que tienen vida propia, culturas y religiones. Maasáis, monjes budistas, animistas hmongs o musulmanes, animales u hombres, árboles o cascadas, todos seres vivos en busca de la felicidad.

Los pintores de Oriente, y muy en particular los chinos, solían pintar paisajes donde la separación entre lo de arriba y lo de abajo no era ni mucho menos tan estricta como en Occidente y todo tendía a ocupar toda la superficie. Patiño, ha hecho esto en su película, ha pintado un cuadro en donde todo puede ser una cosa u otra, y lo de aquí o allá, ser meras pieles, mientras la corriente de la vida corre por debajo e igual en todas direcciones. Un rodaje, en el cual, según me comenta el director, quiso pasar desapercibido, llevando un equipo técnico de sólo 4 personas, lo cual demuestra que no es una impostada postal asiática for export, ni un cine pretencioso, sino un deseo honesto de conectar y contemplar aquellas lejanas culturas.

Ya en Tanzania, según la trascendencia de los musulmanes, consideran que más allá de la muerte hay un paraíso esperando a cada ser humano. Y previamente, en Laos, en una bella y suave escena, podemos ver a un monje durmiendo y salir de su cuerpo para encontrarse con un elefante gigante en medio de la jungla. Un monje adolescente, enseña a nuestro joven Amid, la posibilidad de ver en profundidad un árbol y sentirlo, contemplarlo. Así, Amid toma conciencia que está siendo mirado por el árbol, y que siempre lo estuvo mirando, pero él no se había dado cuenta hasta ese momento. En definitiva, y para acabar, Samsara es una invitación al respeto de todos los seres, porque todo está vivo.

La anciana, antes de morir susurra a su joven lector, que el infinito se cuela por las grietas, que cada amanecer trae nuevos cambios en la vida, que en una vida se viven muchas cosas, y que todos somos luz.


Entrevista al director Lois Patiño

Entrevista realizada por el pintor y director de cine, Arturo Prins

El magnífico poder del cine, poder meditar dentro de un film