lunes. 29.04.2024
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Si yo empezara este artículo diciendo que “València es tierra de moros”, como se decía al Nord, al Sud, a Orient y a Ponent de la Tierra de las Flores, de la Luz y del Amor, si afirmara que “valenciá i home de bé, no pot ser”, como se decía al Nord, pese a la afinidad cultural e histórica, teóricamente tendría consecuencias. Digo teóricamente porque me consta que este artículo no se publicaría. Al menos en estas páginas. Pero imagínense que fuera posible. Seguramente sería objeto de críticas razonadas, de insultos, varapalos, amenazas por las redes sociales… E incluso, reconocido en la calle por alguna de las víctimas de mis improperios, teniendo en cuenta que no tengo media bofetada, podría ser agredido físicamente.

Todo eso acontecería porque pocos, muchos o todos los valencianos se sentirían insultados por mis palabras o porque están hartos de oír tales disparates desde tiempo inmemorial y, ellos mismos, desde su infancia. Porque justamente entenderían esas frases como un ataque a su dignidad personal. Con toda lógica. Y si decidieran reaccionar, siempre que no lo hicieran en los mismos términos o de manera desmesurada, estarían absolutamente legitimados. No hace falta que les diga que toda España es tierra de moros y que los “homes de bé” (hombres justos), desde los tiempos bíblicos están en extinción por doquier, no solo en València.

Lo ocurrido en Valencia podría haber sucedido en cualquier estadio, menos en el Bernabéu. No porque allí no haya racistas, sino porque este negro es “nuestro negro”

Y que todo esto haya sucedido en València, es lo de menos, es puramente circunstancial. Podría haber sucedido en cualquier estadio. En San Mamés, en el Nuevo Mirandilla, en La Cerámica o en Riazor… Quizás en cualquier estadio menos en el Bernabéu. Pero no porque en el Bernabéu no haya racistas, sino porque este negro es “nuestro negro”, que es otra forma de racismo tan despreciable como cualquier otra. Buena prueba es que Peter Federico, jugador del Madrid cedido en el València, ha sido objeto de ataques racistas desde Madrid porque al menos temporalmente ha dejado de ser “nuestro negro”. Pero permítanme que particularice en lo acontecido en València porque es, precisamente, ejemplificador.

Que un aficionado, docenas, centenares o miles -que al parecer es lo correcto- llamaran mono a Vinicius imitando los gestos tópicos de imitación a los chimpancés, que a cualquier párvulo carente de desarrollo mental y de cualquier lenguaje se le ocurrirían, ya saben: gritar ¡uh! repetidamente y rascarse con las manos los sobacos, podría parecer que merece el reproche social generalizado. Pero las cosas finalmente no son así. Hemos aprendido los rituales para pasar por lo que no somos. Alguno de ellos patéticos. Ya saben, uno no es homófobo porque tiene un amigo homosexual y otro no es racista porque los domingos compra en el puesto de una florista gitana…

En cualquier caso, habrá que felicitar a estos energúmenos por su perfecta representación de lo que, según parece, debe entenderse que es un mono. Seguro que lo tienen bien ensayado. Cada día. En su casa, con su señora, que los padecerá, y sus nenes, que estarán aprendiendo de tan buen maestro para cuando sean mayores ser tan despreciables como su progenitor. En su trabajo en el puesto del mercado, como operario en Almusafes, funcionario de la Generalitat o “dientista”… Para luego, poderlo poner en escena en el tiempo de ocio, en Mestalla. Ignorantes del respeto que deberíamos sentir por los primates que, en tantas cosas, se parecen a nosotros y, en tantas otras, nos superan…Deberían saber que en algunas Constituciones, como la alemana, ya se les reconoce como titulares de derechos fundamentales…Del respeto a una persona humana, no les cuento.

Pero lo que viene después no es mejor. O mejor dicho, agrava la cosa porque esparce la culpa sobre quienes de no sentirse acusados no estaban obligados a excusarse. Me refiero a los directivos del València, el entrenador del FC València o los propios jugadores de este club, compañeros de oficio de Vinicius y alguno de ellos negro como el mismísimo Vinicius. Si es que Vinicius es “negro” porque, como bien dice mi amigo Abdel, “los negros no somos negros sino marrones, unos más claros y otros más oscuros y los blancos o sois rosas o marrones claros”. Y luego está esa caterva que son los periodistas deportivos.

No sé en qué cabeza cabe que los directivos del València se reboten contra Vinicius Jr., la víctima, y le acusen en falso de haber dicho que todo Mestalla hizo el mono

No sé en qué cabeza cabe que los directivos del València, entre los que no me consta que haya ningún premio Nobel, se reboten contra Vinicius Jr., la víctima, y le acusen en falso de haber dicho que todo Mestalla hizo el mono. En todo caso el número sería irrelevante y en lugar de excusarse se limitan a cuestionar si fueron todos, muchos, pocos o algunos… incluso podrían haberse ahorrado lo de excusarse porque nadie acusó a la Entidad ni a su Directiva de nada. Es su ataque a la víctima lo que les hace culpables por su complicidad con los algunos, pocos, muchos o todos que agredieron al futbolista. El intento de trasladar la culpa a la víctima es típico de cualquier agresión, es una agresión que se suma a la inicial: la violada llevaba la falda muy corta e iba pidiendo guerra o la asesinó porque pretendía ser libre… En este caso, la única “causa” que justifica la agresión puede ser que Vinicius sea negro. Pero ya era negro antes del partido, antes de que le agredieran y antes de que pudiera manifestar la participación de todos, muchos, pocos o algunos aficionados valencianistas.

Respecto del entrenador lo importante es que salga en tv y afirme que “de esto todos tenemos que aprender”. Hasta aquí correcto. Lo incomprensible es que termine su declaración diciendo: “También Vinicius”. La frase es tremenda. Cuando hay una agresión no es la víctima la que tiene que aprender. En cualquier caso ¿qué es lo supuestamente debe aprender? ¿A no ser negro? ¿A no salir a la calle? ¿A soportar estoicamente los insultos y agresiones? ¿A fallar todas las ocasiones de gol para que el Valencia no arriesgue bajar a segunda división?

Y en este contexto, muchos, futbolistas y no futbolistas, practican el buenismo. Muchos los que se permiten recomendar a Vinicius, desde todos los bandos, que se limite a jugar, que juegue y calle, que no vea, no oiga y no diga nada cuando le llamen mono. Como los tres monos, precisamente. Dice Hugo Duro, delantero del Valencia, entre otros: “Es un pepino. Lo que tiene que hacer es dedicarse a jugar” Y así debiera ser. Pero para ello, alguien debería defender a Vinicius. Alguien debería hacer innecesaria su autodefensa, proporcionándole una defensa efectiva. Paralizando el partido, cerrando el estadio, sancionando al club, descendiéndole de categoría…pero nada de esto ha sucedido ni nada de esto va a suceder. Y ello seguirá obligando a Vinicius a seguir auto defendiéndose. Y si así debe seguir haciéndolo será el fracaso de todos.

Nos habían anunciado que las peñas, el graderío de Mestalla había preparado una canción para la ocasión, para el ultimo partido. Dedicada naturalmente a Vinicius. Tratándose de una tierra en que se ama la música y en casi todas las poblaciones se celebra Santa Cecilia, esperábamos algo más digno que “Vinicius qué tonto eres, qué tanto eres Vinicius” completada con el consabido “lo, lo, lo” con que acompañan hasta el himno nacional. (Al himno de la República le puso letra Don Antonio Machado).  Cantada por la mayoría del estadio quedó perfectamente clara la solidaridad de la mayoría de los asistentes al campo con los algunos, pocos, muchos, todos los ofensores de Vinicius. Cómo esa mayoría hacía propios los insultos simiescos a Vinicius. ¡Qué valientes! ¡Todos contra uno! Todos contra la víctima.

También quedó claro que esa afición, ¡Amunt València!, a la que le quebraron y birlaron el club para entregarlo a un tal Lim y que no parece precisamente un ejemplo de listeza (la afición, que no Lim), debería ser más solidaria con aquellos a quienes, supuestamente, imputan las mismas limitaciones intelectivas de que ellos habrían dado sobradas pruebas.

Enciendo la radio y se oye “El Larguero” y oigo a un árbitro y a periodistas decir cosas como que todo un estadio llamando hijo de puta al árbitro o tonto a un jugador, son “cosas del fútbol”. El periodista, que no sé si será titulado ni en qué cuadra de Universidad le enseñaron el oficio, se rebela autoritariamente contra los que pretenden hablar del tema y dice “que no piensa dedicar un programa a que a un futbolista se le llame tonto”. Yo estudié en la Universidad Pública, o sea en la buena, y entonces estas cosas no nos las enseñaban. Desde que nombran alumna de honor a una periodista cuyo único mérito era llevar la página web de un can… hoy ya no me atrevo a decirlo.

Apago la radio. No volveré a escuchar “El Larguero”, al menos en una temporada. Se lo debo a Vinicius Jr. Un hombre valiente. Un hombre digno. Un ejemplo.

¡A muerte con Vinícius Jr!