lunes. 29.04.2024
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Imagen de una votación en el Congreso de los Diputados. El gesto de levantar un dedo indica que el voto es afirmativo, dos sería negativo y tres abstención.

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@gabrielfloresvk |

En democracia, las campañas electorales teatralizan la pugna política, permiten que algunas propuestas sean pasto de la conversación pública y resaltan lo que distingue a los programas y afanes de cada opción política de los del resto. Esa doble tarea de afirmación y diferenciación incluye, inevitablemente, bastante palabrería y dosis variables de embaucamiento.

Votos y escaños desnudan los relatos previos y revelan la verdad electoral. En los partidos que no logran sus metas se abre un forcejeo entre la mala cosecha de votos y las justificaciones destinadas a maquillarla y asumirla, pero tarde o temprano alguien acabará pagando la cuenta de ese fracaso. Puede ser su líder, por iniciativa propia o porque le empujen a pagarla, o todo el partido, cuando se hacen inmanejables las disonancias entre votos obtenidos y ensoñaciones alentadas. Es el tiempo del ajuste de estrategias, la modulación de discursos o el inicio del camino que conduce a la desaparición, absorción o refundación de las fuerzas afectadas.

¿Qué partidos ganarán la carrera electoral que comienza el próximo 21 de abril, con las elecciones vascas, y acaba con las elecciones europeas del 9 de junio, tras la etapa decisiva de las elecciones catalanas del 12 de mayo? ¿Qué cambios experimentará el clima político y cómo repercutirán en la frágil gobernabilidad actual? La reflexión sobre esos interrogantes, que se limitan aquí al ámbito de lo electoral y los actores políticos, puede contribuir a desentrañar los riesgos y dificultades del momento político.

No hay que descartar que las urnas no ofrezcan un resultado nítido o sustancial. En tal caso, la continuidad del Gobierno de coalición progresista entre PSOE y Sumar estaría asegurada, pero no garantizaría una mejora de la gobernabilidad. Se trataría de una situación abierta a una progresiva estabilidad o, en dirección opuesta, a un desgaste creciente de la acción política gubernamental, la coalición progresista que la sustenta y los apoyos parlamentarios que facilitaron la investidura de Sánchez.

La derecha política y una parte significativa de la ciudadanía no aceptan la realidad de un Estado plurinacional y de una sociedad plural surcada por múltiples líneas divisorias

Y no, tampoco un adelanto de las elecciones generales garantizaría la gobernabilidad necesaria. Porque es probable que estemos ante problemas que no se puedan resolver con otras elecciones generales. Antes que una cuestión de más o menos democracia o de gobernanza, la dificultad tendría otro calado: la derecha política y una parte significativa de la ciudadanía no aceptan la realidad de un Estado plurinacional y de una sociedad plural surcada por múltiples líneas divisorias. Y focalizan su acción política en intentar recrear una España y una sociedad a su medida, sin reparar en los medios que usan ni en los daños que provocan en la convivencia democrática y la gobernabilidad del país.

Una situación tan preocupante debería hacer reflexionar a las instituciones sobre sus particulares responsabilidades y actuación. Si no se modifica el clima político, la crispación acabará yendo de la mano de una creciente tensión social que alentarán el desapego de la ciudadanía por la política, los partidos y los valores democráticos.

Los laberintos políticos a desentrañar y de los que salir

Una mirada a las pugnas electorales en marcha permite atisbar las tendencias y los rasgos que están anidando en este ciclo electoral. El objetivo no es pronosticar unos resultados electorales que se conocerán en próximas semanas, sino despejar la reflexión de ensoñaciones, sesgos electoralistas y marcadores lingüísticos que dificultan entender y atender problemas en busca de soluciones.

1. La España real emergerá con fuerza de los resultados electorales. La ciudadanía dibujará con sus votos una imagen fiel de la pluralidad política y de las muchas preferencias nacionales que habitan y conviven en el seno del Estado español (o de España, si prefieren) y de las dos Comunidades Autónomas (CCAA) implicadas.  

2. La previsible afirmación en las elecciones europeas del PP y el PSOE, que conseguirán los dos primeros puestos y a mucha distancia en votos y escaños del resto, no supondrá la resurrección del bipartidismo. Tanto el PP como el PSOE seguirán necesitando aliados para gobernar y tendrán que estar pendientes de la capacidad de decisión de los nacionalismos periféricos. En un futuro previsible en el que lo inesperado no acontezca resulta difícil imaginar una vuelta a las mayorías absolutas parlamentarias del PSOE o el PP y a la alternancia.

3. La primera posición del PP en las elecciones europeas se verá compensada por su cuarto lugar en las vascas y catalanas y una actuación marginal en la construcción de alianzas gubernamentales. No se trata sólo de constatar la débil representación política del PP en Cataluña y el País Vasco; se trata de comprender la enorme dificultad del PP para proponer una alternativa operativa que propicie la gobernabilidad y la convivencia pacífica de la ciudadanía española. Sólo el ruido y el barro le valen al PP para intentar desgastar al Gobierno de Sánchez.

4. La previsible victoria del PP en las elecciones europeas no presupone que el Partido Popular Europeo (PPE) vaya a inclinarse por una aventurera alianza con las fuerzas europeas de la extrema derecha en ascenso que podría bloquear la acción política comunitaria y el proyecto de unidad europea. En la UE, la pugna entre fuerzas europeístas y neosoberanistas depende menos del previsible avance de la extrema derecha que de una decisión del PPE, que puede apostar por mantener sus actuales alianzas o por intentar ocupar una posición más central y centrada desplazando hacia la derecha el eje de la disputa por el futuro de la UE.  

5. El PSOE se situaría en una envidiable posición negociadora, si confirma su primer lugar en las elecciones catalanas, segunda posición en las europeas y tercera, en las vascas. En ambas CCAA, el PSOE podría ser parte de gobiernos de coalición con fuerzas nacionalistas, aunque no se pueda excluir que el juego de las alianzas en Cataluña concluya en una indeseable convocatoria anticipada de elecciones generales.

6. Las fuerzas independentistas y nacionalistas periféricas mostrarán su notable arraigo social y electoral. En el País Vasco, cosechando la mayoría absoluta de votos y escaños. En Cataluña, logrando la mayoría absoluta de votos (o situándose muy cerca del 50%). Esa hegemonía nacionalista debe mucho a los dos partidos de la derecha estatal que defienden un nacionalismo español excluyente y desabrido. Pero el rechazo al nacionalismo españolista no disuelve las notables diferencias entre los nacionalismos periféricos, que se manifiestan en discrepancias estratégicas y, en el corto plazo, sobre  ritmos y acuerdos que permitirían reforzar su autogobierno.

7. Las fuerzas nacionalistas e independentistas no conforman un bloque político ni, menos aún, un aliado consistente en el sustento de la acción política del Gobierno de coalición progresista. La ideología y las propuestas de las fuerzas independentistas orbitan en torno al objetivo de afirmar su soberanía nacional. Y en ese universo ideológico no es fácil introducir la idea de compatibilidad de soberanías, en la que el fortalecimiento de su soberanía no exige el debilitamiento de la soberanía española. Una dificultad que, por cierto, también se da en buena parte de la derecha española respecto a la soberanía compartida entre España y la UE.

8. Las urnas colocarán a Vox en una posición más subordinada y declinante. La fuerza de Vox no proviene de un voto en ascenso o especialmente resistente, sino de la condición de socio imprescindible para el gobierno del PP en un gran número de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas y de su influencia sobre sectores del PP que adoptan formas y contenidos de la guerra cultural que lidera la extrema derecha. Los males estratégicos del PP no tienen fácil remedio con Vox ni sin Vox. Por eso seguirá prevaleciendo en el PP de Feijóo y Ayuso la indefinición a la hora de valorar su relación con Vox como impedimento o palanca. La alianza reaccionaria con Vox no le viene mal al PP en el corto plazo, pero puede ser mortal para la suerte política de Feijóo.

Vivimos tiempos de graves crisis multidimensionales y grandes retos globales, sin que las izquierdas dispongan de fuerza, recursos o credibilidad para abordarlos

9. Hay un conglomerado de fuerzas políticas a la izquierda del PSOE que han tenido un papel fundamental desde 2014 en revitalizar la sensibilidad democrática de la ciudadanía, airear algunas lacras del bipartidismo y tener un papel notable en la gestión de políticas públicas a favor de la mayoría social. Esa abigarrada izquierda se debilita y parece ensimismada en sus problemas y deseos o en la búsqueda de culpables. Su fragmentación y disputas tienen impactos electorales muy negativos.

10. Parte de esa izquierda sólo tiene ojos para ver los errores en la construcción de Sumar y el liderazgo de Yolanda Díaz, mientras otra parte observa con displicencia la voluntad de Podemos de seguir vivos y confrontar con la izquierda real, a la que tacha de ficticia. ¿Podrá Podemos renovarse y dejar de pensarse como única izquierda? ¿Podrá Sumar abrirse a la complejidad de la construcción organizativa de su espacio político? En todo caso, sus previsibles malos resultados electorales situarán a Podemos en los márgenes, obtenga o no el escaño europeo para Irene Montero; y a Sumar, en un espacio más reducido que el que aspiraba a conjuntar y que es necesario para que las fuerzas progresistas puedan gobernar y ser útiles a la mayoría social. 

Vivimos tiempos de graves crisis multidimensionales y grandes retos globales, sin que las izquierdas dispongan de fuerza, recursos o credibilidad para abordarlos. Convendría ser conscientes de este hecho y de las particulares limitaciones de cada actor político. Ni siquiera la UE puede liderar una alternativa global, reducir las incertidumbres o trazar un camino claro para el proyecto de unidad europea en los próximos y cruciales años. Este reconocimiento no implica despreocupación por todo aquello que no se puede cambiar, sino revalorización de lo mucho que se puede hacer. Los resultados electorales son un baño de realidad y pueden ser fuente de enseñanzas. Están por ver el detalle de los datos electorales y de sus impactos sobre instituciones y ciudadanía. Sin olvidar que la escena política es sólo una parte del mundo real.   

Primavera electoral y paisaje político después de la batalla